Falacias en la conversación sobre alimentos y nutrición

El siguiente artículo es un resumen del webinar Falacias en la conversación sobre alimentos y nutrición: cómo descubrirlas y desmentirlas (Logical Fallacies In The Food And Nutrition Conversation: How To Spot Them & Defuse Them) ofrecido por IAFNS con la participación de las oradoras Leah McGrath de Build Up Dietitians www.buildupdietitians.com y Melanie Trecek-King de Thinking is Power. 

El siguiente artículo es un resumen del webinar Falacias en la conversación sobre alimentos y nutrición: cómo descubrirlas y desmentirlas (Logical Fallacies In The Food And Nutrition Conversation: How To Spot Them & Defuse Them) ofrecido por IAFNS con la participación de las oradoras Leah McGrath de Build Up Dietitians www.buildupdietitians.com y Melanie Trecek-King de Thinking is Power. 

Algunos de los ejemplos e imágenes en este artículo se cambiaron para utilizar contenidos en español, más apropiados al público de Latinoamérica. Asimismo, se agregaron algunos contenidos desarrollados por los especialistas en comunicación de Infoalimentos.

- El webinar completo está disponible en inglés en el siguiente link https://youtu.be/sQ6e8QxNrVc 

Pensamos mal 

Una falacia es un razonamiento erróneo pero muy efectivo en cuanto a la persuasión, ya que es un argumento que parece válido o lógico, pero que, si lo analizamos detenidamente, veremos que no es así. 

¿Por qué en el ámbito de la salud y la alimentación es importante desmentir o desactivar una falacia y poner en evidencia que dicho razonamiento no es el correcto? Porque:

• las falacias alientan la adhesión a las pseudociencias y debilitan la credibilidad y la confianza en la ciencia, 
• crean temores infundados a ciertos alimentos y procesos,
• aumentan el riesgo de tener desórdenes alimenticios,
• afectan “el bolsillo” de las personas, induciéndolas en muchos casos a comprar ciertos productos que no les aportarán un beneficio adicional a los que ofrecen los convencionales (aunque parecieran tenerlo)

¿Por qué es recomendable que un profesional de la salud esté al tanto de estas falacias? Porque en estos tiempos de desinformación, sobre-información, posverdad y redes sociales, estos mensajes circulan, se hacen virales y muchas veces, son llevados por pacientes a las consultas. Conocerlos puede beneficiar el diálogo entre el profesional y su paciente y fortalecer la confianza en la ciencia, colaborando de esta forma a mejorar la salud pública.

Las falacias más comunes en el ámbito de la nutrición y los alimentos son 

• Apelar a la naturaleza
• Apelar a la tradición
• Apelar a la (falsa) autoridad
• Apelar a las emociones
• Apelar a la mayoría
• Confundir correlación con causalidad
• Apelar al testimonio personal
• Apelar a lo desconocido
• Utilizar “buzz words” o “palabras que hacen ruido” 

A continuación, describiremos brevemente cada una de ellas:

Apelar a la naturaleza 


Esta falacia se da en aquellas afirmaciones que sostienen que “lo natural” es mejor, es decir, más seguro, más sano, más nutritivo, etc. Asimismo, afirman que “lo artificial” (entendido como sintético, químico o hecho por el hombre en un laboratorio) es peligroso. Pero ¿acaso no hay sustancias o procesos naturales peligrosos? El origen (natural o sintético) de un producto no determina su toxicidad. De hecho, hay compuestos de origen natural muy tóxicos, como la solanina de la papa o la amigdalina, una sustancia natural presente en las almendras y las manzanas. Sin embargo, como en estos alimentos la amigdalina se encuentra en dosis muy pequeñas, no tiene efecto negativo para nuestra salud. 

Otra problemática de esta falacia es la definición de “natural”. A veces no es muy claro qué se significa “natural”. Aunque popularmente se entiende que “natural” significa “lo que no ha sido modificado por el ser humano”, también en este sentido se cae en un error. Un ejemplo que pone esta problemática de manifiesto es la creencia de que las frutas y verduras que comemos hoy existen y existían desde siempre en la naturaleza tal como las vemos en la verdulería, cuando en realidad los vegetales y frutos que hoy se cultivan han sido modificados por el hombre desde hace miles de años a través de procesos de mejoramiento genético. (Es más, los ancestros naturales o silvestres de alguno de ellos eran tóxicos y no comestibles). 

Por otra parte, esta falacia suele asociarse a la “quimiofobia”, la preocupación de los consumidores ante la presencia de sustancias químicas en los alimentos. Pero nuestra dieta está compuesta de químicos, todo tiene químicos (el ácido cítrico del limón y la vitamina C del kiwi, por citar solo un par de ejemplos, son compuestos químicos). Independientemente de si preferimos consumir productos orgánicos, comer lo que cultivamos en la huerta de casa o comprar nuestros alimentos en el supermercado, hay química en todos lados y, como ya dijimos, el origen sintético o natural de una sustancia química no define su toxicidad. 

 

 

Apelar a la tradición

¿Todo tiempo pasado fue mejor? Esto sostienen quienes apelan a lo tradicional o ancestral como un beneficio y afirman que algo es bueno porque “es viejo” o "se hace desde hace mucho tiempo". Asimismo, se ponen en duda los beneficios de la innovación en alimentos con sugerencias tales como “No comas nada que tu abuela o bisabuela no reconozca como comida”.  Lo curioso es que hay muchos alimentos que nuestros ancestros no comían y hoy nosotros disfrutamos. Por ejemplo, la variedad de manzana conocida como “Granny Smith” se consume hace alrededor de 150 años y justamente lleva el nombre de la mujer que la descubrió (cuyo verdadero nombre era Maria Ann Sherwood).  

¿Nuestros abuelos y bisabuelos no comían productos procesados? El ketchup se inventó en 1876, la famosa bebida cola en 1886, las papas fritas tipo snack en 1853. Con esto no queremos decir que se aliente el consumo de estos alimentos y que, porque se comen desde hace mucho hay que seguir haciéndolo, pero el dato concreto que indica desde cuándo están estos productos en el mercado refuta la afirmación de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Ya hace años que algunos productos procesados existen mientras que ciertas variedades de frutas y verduras son bastante nuevas. 
 

Apelar a la (falsa) autoridad 

Esta falacia sostiene que una afirmación es cierta si lo dice una “autoridad”. Si definimos como “autoridad” a una persona experta o especialista en cierto tema, posiblemente sus afirmaciones sean ciertas, avaladas por pares y el consenso científico y basadas en su conocimiento, formación y experiencia. ¿Pero qué sucede cuando se apela a una “falsa autoridad”? En algunos casos se apela a la conexión emocional con alguna celebridad (“Si esta celebridad come este alimento yo también la quiero comer o debe ser beneficioso”). En otros casos la noción “falsa autoridad” no es tan clara, ya que la autoridad en cuestión puede pertenecer al ámbito de la ciencia y la salud. Para esto, debemos tener en cuenta que un médico no necesariamente es experto en toxicología, un nutricionista puede no conocer en profundidad las tecnologías que se usan en la producción de alimentos, así como un tecnólogo de alimentos puede no tener sólidos conocimientos de nutrición. Estas tres preguntas pueden ayudar a reconocer a un experto. ¿Habla sobre su especialidad? ¿Conoce cuál es el consenso científico al respecto? ¿Qué dicen sus pares y colegas?  

 

Apelar a las emociones 

Quienes recurren a esta falacia utilizan recursos emocionales para convencer sin evidencia o (como se muestra en la foto) convencer de algo a pesar de que la evidencia diga lo contrario. Es un recurso efectivo ya que nos cuesta ejercer el pensamiento crítico y nos dejamos llevar por las emociones en muchas circunstancias. 

 

 

Apelar a la mayoría

“Si todos lo consumen debe ser bueno” es el razonamiento erróneo de esta falacia que afirma que algo es bueno porque es popular o de consumo masivo. 

Confundir correlación con causalidad

¡Correlación no necesariamente significa causalidad! Si bien a partir de observaciones se pueden identificar asociaciones (o correlaciones) entre factores o variables, no siembre se puede probar la causalidad. Se necesita de cierto tipo de diseño de estudio para estudiar y probar la relación causa-efecto, es decir demostrar que un efecto es causado por uno o más factores. Esta infografía puede ser útil para explicar esta falacia 


Fuente: https://argenbio.org/recursos/46-infografias/12591-correlacion-vs-causalidad 

 



Prueba de que correlación no es causalidad explicado con un poco de humor en esta imagen.

 

Apelar al testimonio personal

El testimonio personal (la experiencia de una persona recuperada de alguna enfermedad, por ejemplo) tiene gran alcance e impacto. Hay libros, cuentas en redes sociales de personas que dicen haber recuperado la salud con cambios en la alimentación o, por el contrario, dicen haber perdido la salud por la exposición a ciertas sustancias o por consumir ciertos productos. No se pone en duda la buena intención de estas personas de compartir su experiencia y ayudar a otras, pero es importante recordar que estas son historias de vida particulares, desconocemos los detalles que cada persona ha vivido, desconocemos su historia clínica, condiciones de vida, entre tantos otros factores. Un testimonio no es evidencia. Lo que puede ser bueno para una persona, en un momento dado, en un lugar determinado puede no serlo para otra en las mismas u otras circunstancias.

Apelar a lo desconocido 

Esta falacia apela al temor a lo desconocido, algo que casi todos sentimos. Lo desconocido nos plantea dudas e incertidumbre y quienes recurren a esta falacia para argumentar y/o convencer lo saben. Un ejemplo de esta falacia es cuando se dice que, si en el listado de ingredientes de un producto hay palabras “raras”, “difíciles” o “desconocidas” por la mayoría de las personas, ese producto no se debe consumir o estos ingredientes representan un peligro. 

¿Y si en lugar de seguir esta sugerencia buscamos investigar y aprender? El conocimiento nos abre puertas a “mundos nuevos”, como decía Marie Curie “Es hora de comprender más y temer menos”. Una vez que incorporamos un nuevo conocimiento esa palabra (o ingrediente según el ejemplo que dimos) ya no será más desconocida y tendremos mayor certeza acerca de qué estamos consumiendo.


“Buzz words” o “palabras que hacen ruido” 

Bandera roja o estado de alerta cuando en un texto se encuentran ciertas palabras “muletilla” que se transforman en tendencia. Estas palabras tienen un significado poco claro y pertenecen a ámbitos de la pseudociencia y la publicidad o bien son palabras con fuerte carga emocional y connotación negativa.  Algunos ejemplos pueden ser: “comida real” “comida de verdad” “natural” “alimentación intuitiva” “detox” “whole food”, “veneno”. 

 

Las 4 R para romper una falacia

Reconocer: Damos un gran paso si desarrollamos la habilidad de encontrar y descubrir las falacias o errores de razonamiento trabajando el pensamiento crítico y animando a otros a hacerlo.

Refutar: En general, no nos gusta que nos contradigan o que nos digan que estamos equivocados. La opción de refutar puede utilizarse en ciertas circunstancias y no en todas. Una manera cordial de refutar puede ser alentar al otro a hacer otra consulta. Ej. “hablaste con tu médico de esto?”, “¿dónde lo leíste?, ¿es una fuente confiable?” Estas preguntas pueden ser pequeños disparadores para despertar el pensamiento crítico.

Responder: Como mencionamos en el punto anterior, no siempre es conveniente responder y contradecir. El primer paso es preguntarse “¿es el momento de responder?”. 

Reenfocar: Llevar el foco de la conversación hacia los datos basados en evidencia y no hacia los miedos o las emociones. Presentemos los datos de una manera comprensible y amigable, de manera que las audiencias los encuentren interesantes, sencillos de entender y enfoquen su atención en ellos. 

 

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Imagen de portada: freepik.es